Introducción
Con la ingenuidad de un niño, cuando mi familia y yo emigramos a Ciudad Juárez provenientes de Guadalajara, Jalisco en el año de 1999, pensé que mi nuevo lugar de residencia sería parecido al que dejé. Sobre todo, los lugares de divertimento comunes entre la clase media de esa época, como la visita regular al centro histórico de la ciudad para realizar las compras en familia.
Y es que desde muy chico recordaba cómo era motivo de orgullo ir a visitar un centro histórico aseado, con negocios variados y de precios asequibles, así como encontrar lugares donde pudieran divertirse personas de todas las edades, ya sean museos, negocios con juegos mecánicos o hasta inclusive presenciar en las explanadas obras de teatro, payasos, etcétera. Es por eso que tan pronto llegué a Ciudad Juárez les solicité a mis padres conocer su centro histórico, con la esperanza de seguir con nuestra rutina.
Para mi sorpresa, visitar el Centro Histórico de Ciudad Juárez fue más una experiencia traumática que placentera. Informalidad, suciedad y ausencia de espacios hasta para sentarte, fue lo primero que llamó mi atención y que posteriormente, a mi corta edad, me hizo reflexionar sobre si realmente fue una buena idea habernos ido a vivir a una ciudad que no parecía hecha para personas.
¿Y cómo un niño o cualquier persona podría pensar lo contrario? Al final de cuentas, los centros de las ciudades están diseñados para que personas de diferentes estratos socioeconómicos convivan, al ser los puntos de enlace con el transporte público a otros puntos de la ciudad; así como ser el asiento de las dependencias públicas más importantes para que las personas realicen sus trámites. En suma, son la primera cara de la ciudad y, por tanto, la que revela el tono de su comunidad.
Nada de esto era —y es — real en Ciudad Juárez. Esto, porque su centro histórico no era más que un vestigio de lo que fue: un espacio dedicado al turismo internacional, lleno de salones de bailes, cantinas, bares y teatros. En su lugar, ahora nuestro centro histórico es un lugar con una infraestructura inacabada, vieja e insuficiente para cumplir con su rol de aglutinar a toda la comunidad política de la ciudad.
Pero, ¿por qué es tan importante ponerle atención al centro histórico de Ciudad Juárez? Porque como ya lo he dicho, al ser la primera cara de nuestra ciudad, debería reflejar lo que representa nuestra sociedad como juarenses. También, porque debe ser el espacio donde los distintos estratos sociales convivan en armonía y refuercen su identidad como juarenses. Aspectos que no están dignamente representados en la actualidad y que, por ende, es necesario cambiar.
En ese sentido, para hacer el rescate del Centro Histórico de Ciudad Juárez y convertirlo en un lugar digno donde las familias juarenses convivan y los extranjeros se lleven un buen sabor de boca, es necesario analizar nuestra realidad y criticarla. También, desde luego, proponer propuestas para su cambio, que es precisamente lo que haré con las siguientes: 1) traslado de oficinas gubernamentales al centro histórico, 2) expropiación y regularización de la tierra del centro histórico y 3) promoción de la inversión privada en el centro histórico. Acciones que, aunque se verán están íntimamente vinculadas, en la presente entrada analizaré con detalle por separado.
Lista de contenidos
- Introducción
- Criticar sin fobias los males de Ciudad Juárez
- 1) Reubicación de las oficinas de gobierno al Centro Histórico de Ciudad Juárez
- 2) Expropiación y regularización del Centro Histórico de Ciudad Juárez
- 3) Promoción de la inversión privada local en el Centro Histórico de Ciudad Juárez
Criticar sin fobias los males de Ciudad Juárez
Antes de entrar de lleno a las propuestas para rescatar el Centro Histórico de Ciudad Juárez, resulta pertinente destacar que muchas de las acciones para mejorar nuestra ciudad se ven frenadas por una ceguera pueril adoptada por la sociedad juarense. Sobre todo, por los juarenses autóctonos que ven con cierto recelo que aquellos que migramos a esta ciudad, pretendamos cambiarla o, mejor dicho, mejorarla.
Para cambiar esto y que Ciudad Juárez se convierta en la ciudad que merece, propongo que se deje atrás ese recelo y se adopte por todos sus habitantes una visión más pragmática al abrazar la plena identidad como juarenses, con independencia de su lugar de origen. Esto es, abrazar la idea de que por el simple hecho de habitar en esta ciudad somos juarenses y que, por ende, es nuestra responsabilidad que esta ciudad sea digna para sus habitantes, aun y cuando se consideren que están de paso.
Me parece que esto es natural, es decir, el evitar vivir en la inmundicia. Piénsese, por ejemplo, aquellas personas que arriendan inmuebles que, a sabiendas de no ser los propietarios, le hacen cambios menores y reparaciones por el simple hecho de vivir ahí y querer estar cómodos. Pues bien, esa actitud es la que los juarenses por migración deberían de adoptar y dejar atrás la añoranza de su lugar de origen. No obstante, también los juarenses autóctonos deben colaborar o no cegarse ante los problemas de la ciudad.
Así, con lemas quiméricos como ‘Ciudad Juárez, la mejor frontera del mundo’ hace que un gran sector de la sociedad juarense pase por alto problemas relacionados con la planeación urbana, inseguridad e insuficiencia de servicios públicos. Mientras que, al mismo tiempo, pretende sofocar toda crítica válida a quienes se atreven a decir que esa no es la realidad y que, en los datos duros, no somos ni la mejor frontera de México y muchísimo menos del mundo.
Ante esta generalizada censura, cabe reflexionar por qué un amplio sector de la sociedad juarense se ciega ante su realidad y amordaza a quienes intentan refutar sus fantasías, concluyendo que una de las principales razones es por los recelos pueriles entre los juarenses autóctonos y aquellos considerados juarenses por adopción o, mejor dicho, quienes migraron a esta ciudad.
Lo anterior es así, porque el juarense autóctono ve con cierta culpa de los males actuales de la ciudad a aquellos migrantes que incrementaron la población de su ciudad de 1960’s a la fecha. Males como la pésima planeación urbana, sobrepoblación, precarización de servicios públicos, destrucción del medio ambiente, problemas sociales, violencia, inseguridad, etcétera.
Cuestión que queda en evidencia cuando los juarenses por adopción, como en mi caso, se atreven a hacer propuestas para mejorar la ciudad o simplemente alzan su voz para denunciar las quimeras de otros juarenses y somos acallados, así como ‘invitados’ a regresar a nuestro lugar de origen porque cometimos el pecado de criticar al lugar que nos dio de comer. Vaya manera más infantil de eludir la realidad.
Todo esto, sin reparar que esta ciudad denominada como dormitorio por sociólogos[1], fue producto de un experimento del Gobierno Federal para crear granjas de contribuciones (véase mi entrada Las contribuciones en México) federales, sin que le importara mucho la calidad de vida de sus habitantes. Por lo que, si acaso, la solución no debería de venir de fuera, sino de la propia ciudad y ésta no se conforma únicamente de los juarenses autóctonos, sino de sendos migrantes.
Pero ¿cómo entonces podríamos reconciliar a los juarenses autóctonos con los de ‘fuera’ y mejorar Ciudad Juárez? Muy sencillo. Como ya expuse: al adoptar ambos un punto de vista más pragmático y abrazar nuestra identidad plena como juarenses. Es decir, los primeros reconociendo que ya no existe ciudad en un mundo globalizado donde su crecimiento se deba únicamente producto de sus nativos, y los segundos aceptándose como juarenses, con independencia de su lugar de origen.
Sólo así se entenderá que no hay juarenses puros cuyas voces deban de tener más peso, ni tampoco juarenses de segunda que sólo están de paso. Mientras se habite el mismo espacio ambos deben estar interesados en contar con los servicios públicos más básicos y una buena calidad de vida. Por eso, es que, sin fobias, autóctonos o no, los juarenses deben reprender los males de nuestra ciudad e, idealmente, proponer soluciones. Soluciones que deben ser discutidas sin fobias.
1) Reubicación de las oficinas de gobierno al Centro Histórico de Ciudad Juárez
Gracias a mi labor como abogado postulante, me toca visitar con frecuencia la capital de nuestro estado para darle seguimiento a ciertos juicios y trámites administrativos donde, en su mayoría, se desahogan en el centro de la ciudad. Cosa curiosa para un juarense porque, desde hace décadas, nuestro centro histórico dejó de tener presencia permanente las autoridades de los distintos niveles de gobierno. De ahí que le resulte extraño a alguien que está acostumbrado al trajín para realizar cualquier trámite gubernamental.
Además de esa concentración de dependencias públicas, en el Centro Histórico de Chihuahua te encuentras un lugar limpio, seguro y embellecido para ir no necesariamente a realizar un trámite público, sino simplemente a pasar el rato, platicar con los amigos, hacer negocios o hasta tomarte un café. Cuestión que en Ciudad Juárez se antoja inconcebible ante la sordidez del ambiente.
En su lugar, al caminar por el Centro de Ciudad Juárez te encuentras con infraestructura inconclusa y vieja; con múltiples vendedores ambulantes y comerciantes informales, así como sendos pedigüeños asediando al transeúnte y, los menos, familias haciendo las compras de sus alimentos en los mercados del centro. Sin embargo, lo que no te vas a encontrar es a personas yendo a realizar trámites de gobierno, lo cual debería ser otra de las funciones de contar con un centro histórico.
En efecto, de un recorrido superficial al Centro Histórico de Ciudad Juárez no podrás encontrar una oficina pública importante, como pudiera ser: un juzgado, registro civil, oficina de recaudación de rentas, de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, Comisión Federal de Electricidad y en general de aquellas que demanden un uso frecuente por los juarenses. Nada de eso. Si acaso, hay oficinas de gobierno con una importancia secundaria que no hace sino más tedioso acudir a ella.
Y es que los asientos de las dependencias públicas más importantes para nuestra ciudad están tan desperdigadas en distintas zonas, que hace que los juarenses tengan que perder días enteros laborales para realizar un simple trámite de gobierno—aun y cuando estos bien pudieran realizarse por medios electrónicos—. Tal es el ejemplo de haber separado a los juzgados civiles y familiares del Registro Civil y Registro Público de la Propiedad del Estado de Chihuahua, obligando a sus usuarios a trasladarse a distancias considerables entre estos y aquéllos.
En este sentido, al no existir en el Centro Histórico de Ciudad Juárez recintos públicos que fungen como una ‘ancla’ para atraer a juarenses provenientes de distintos estratos sociales, es que nuestra primera cara de la ciudad no tiene incentivos para mejorar. Esto, porque el centro histórico no es visto como un espacio común donde los juarenses tengan, al menos por una necesidad ficticia, que convivir y aprender a relacionarse en armonía unos con otros.
Por eso, una de las primeras acciones para rescatar al Centro Histórico de Ciudad Juárez es ir trasladando poco a poco las dependencias públicas más importantes ahí. De esta forma se desencadenará un aliciente para la inversión, tanto pública como privada, con el afán de satisfacer las necesidades de aquellos juarenses que tengan que acudir a realizar algún trámite gubernamental.
Además, ese traslado permitirá la planeación urbana (véase con detalle la serie Ordenamiento territorial, asentamientos humanos y la zonificación en México) de un centro histórico que sirva como espacio común para promover cultura e identidad de la ciudad, al acaparar los bienes inmuebles disponibles para el servicio público, y así terminar con la anarquía inmobiliaria y muchas veces abandono de propietarios particulares de bienes aledaños.
2) Expropiación y regularización del Centro Histórico de Ciudad Juárez
Después de demostrar la necesidad de trasladar nuevamente las dependencias públicas más concurridas por la ciudadanía al Centro de Ciudad Juárez, ahora cabe la reflexión de cómo el gobierno—en sentido lato— puede recuperar espacios en ese cuadro de la ciudad y planear su desarrollo como un espacio de interés común para todos los juarenses.
Pues bien, a mi juicio El Municipio de Ciudad Juárez en particular sí cuenta con dos poderosísimas herramientas para regularizar los inmuebles propiedad de particulares en la zona centro, las cuales son A) El Procedimiento Económico Coactivo (véase mi entrada donde trato el tema en El Procedimiento Administrativo de Ejecución Fiscal en Chihuahua) que derive del impago del Impuesto Predial y B) la expropiación por causa de utilidad pública.
Por cuanto hace a la primera, no debemos pasar por alto que Ciudad Juárez, al ser una ciudad fronteriza con los Estados Unidos de América, es común que sus habitantes establezcan lazos de negocios y familiares con personas de los estados de Texas y Nuevo México. También, que producto de esos vínculos existan descendientes en común con doble nacionalidad.
Bajo este marco, tampoco podemos pasar por desapercibido que, a diferencia de México, los Estados Unidos de América es un país desarrollado con un nivel de vida promedio superior. Por ende, es usual que los descendientes entre juarenses y estadounidenses en este lado de la frontera, opten por hacer su vida en los Estados Unidos de América y sólo gocen los beneficios de la doble nacionalidad para ocasiones muy limitadas, como visitas a familiares o vacaciones en México.
En ese sentido, un fenómeno muy común por cuanto hace la propiedad privada de la zona centro es que, al fallecer su propietario original, sus descendientes sean omisos en tramitar el juicio sucesorio correspondiente (véase EL ABC de los juicios sucesorios en el estado de Chihuahua) Ello, porque realmente no tienen arraigo ni vínculo con México y, muchísimo menos, con Ciudad Juárez.
No es todo. Esa omisión de regularizar el inmueble ya sea para su disfrute personal o posterior venta, también se evidencia con el desdén en el pago de contribuciones, siendo una de ellas y de gran entidad como lo es el pago del Impuesto Predial. Contribución que, como muchas otras, de no pagarse en los plazos estipulados en la ley, puede derivar en el fincamiento de un crédito fiscal y un cobro coactivo por parte del fisco municipal.
No obstante lo expuesto, para nadie es un secreto que El Municipio de Ciudad Juárez, lejos de implementar prácticas hacendarias con el objeto de asegurarse los ingresos necesarios para cubrir sus gastos públicos a través de las contribuciones que el Poder Constituyente le garantizó desde la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; como muchos otros municipios y hasta estados, depende de las aportaciones y participaciones que la Federación, vía el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, les otorga. De ahí que, por ejemplo, a pesar de tener el monopolio sobre el Impuesto Predial, sea indolente en su cobro.
Tan es así, que he conocido y representado a contribuyentes cuya omisión en el pago del Impuesto Predial se ha extendido por décadas e, inclusive, generado recargos millonarios. Incumplimiento que sólo se ve ‘descubierto’ cuando es el propio contribuyente el que quiere regularizar su situación fiscal, por algún proyecto o beneficio distinto a su obligación de contribuir a los gastos públicos.
En ese sentido, para mí y muchos otros juarenses es claro que la estrategia de El Municipio de Ciudad Juárez es la ‘invitación cordial’ al pago del Impuesto Predial, pero sin que invierta en recursos humanos para el cobro económico-coactivo de las contribuciones omitidas por ese impuesto y, muchísimo menos, para determinar las contribuciones omitidas, recargos, actualizaciones y multas correspondientes.
Ante esto y al ver el estado deplorable de una inmensidad de bienes inmuebles asentados en la zona centro, me parece que la mayoría están en un estado de abandono, no tanto físico, sino jurídico. Por consecuencia, bien valdría la pena que El Municipio de Ciudad Juárez concentrara personal de la Tesorería Municipal para analizar el estatus jurídico de los bienes inmuebles aparentemente abandonados y, de encontrar que son omisos en el pago del Impuesto Predial, proceder a su recuperación con base al Procedimiento Administrativo de Ejecución para su posterior venta o puesta a disposición de un servicio público.
Sólo así se vería el compromiso no sólo de allegarse los recursos necesarios para cumplir con sus obligaciones constitucionales y legales, sino para que, junto con el gobierno del estado de Chihuahua, recuperen el centro histórico de la ciudad y lo conviertan en un lugar digno y común donde juarenses de distintos estratos sociales convivan. La herramienta la tiene nuestro municipio, sólo es necesario que se decida a usarla.
Ahora bien, por cuanto hace a la segunda vía legal traída a colación, es decir, la expropiación que se encuentra regulada para nuestro estado en el Código Administrativo del Estado de Chihuahua, debe decirse que ésta es un poco más deleznable, pero rígida. Esto, porque no se actualiza por un incumplimiento de los gobernados, sino únicamente por causa de utilidad pública[2] que, a la postre, es lo que vuelve—por fortuna— más riguroso su utilización.
Figura administrativa que desde luego trastoca la propiedad privada, pero de la cual, como bien lo establece el artículo 27 de nuestra constitución, aquélla está supeditada a los intereses sociales y colectivos tal y como nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación ha reconocido en sendos precedentes. Véase, a manera de ejemplo: PROPIEDAD PRIVADA. EL DERECHO RELATIVO ESTÁ LIMITADO POR SU FUNCIÓN SOCIAL[3].
En ese sentido, a pesar de que me considero un acérrimo defensor de la propiedad privada, tampoco soy un iluso para creer que este derecho es ‘natural’. Por el contrario, tan se necesita que su vigilancia y cumplimiento trascienda de la esfera de los particulares, que es el mismo Estado, un ente ficticio creado por una comunidad política, el que debe crear los mecanismos para su defensa.
Por tanto, si ese ente es el encargado de defender el derecho de propiedad, desde luego que debe de estar facultado para imponerles las modalidades que satisfagan intereses colectivos, sobre todo si somos conscientes que no todas las personas utilizan sus derechos para su propio beneficio, sino que, bajo ese pretexto, hacen un uso abusivo de ese derecho que bien puede afectar a terceros.
En ese sentido, en el Centro Histórico de Ciudad Juárez también se da, aunque los menos, el caso de que si bien es cierto los propietarios de los bienes inmuebles ahí asentados pagan el Impuesto Predial, también lo es que no hacen uso de tales propiedades, sino que, por el contrario, los tienen un evidente abandono físico. Ante esto y únicamente en aras de obtener un beneficio público, el Ayuntamiento de Ciudad Juárez y el Gobierno del Estado de Chihuahua deberían expropiarlos para el sólo efecto de asentar ahí oficinas gubernamentales.
Lo anterior, al encontrar asidero en el Código Administrativo del Estado de Chihuahua en donde se establece que los ayuntamientos de los municipios del estado de Chihuahua tienen la atribución de solicitarle al gobernador del estado, la declaratoria de expropiación. Mientras que el gobernador, como titular del Poder Ejecutivo Estatal tiene dicha facultad por sí mismo. También, al ser una causa de utilidad pública lo que he venido mencionado, es decir, expropiar inmuebles privados para el establecimiento de oficinas gubernamentales.
Lo anterior es así, en términos del 1703 del Código Administrativo del Estado de Chihuahua, en donde destaco dos fracciones que podrían encuadrar para la recuperación del Centro Histórico de Ciudad Juárez, a saber:
Artículo 1703.- Se consideran causas de utilidad pública:
I.- El establecimiento, explotación o conservación de un servicio público. […]
III.- El embellecimiento, ampliación y saneamiento de las poblaciones, la construcción de hospitales, escuelas, centros infantiles, jardines, campos deportivos o de aterrizaje, o de cualquier obra destinada a prestar servicios de beneficio colectivo. […].
No obstante esta figura tan benigna de la expropiación para ciertos casos, no puedo dejar pasar por desapercibido que la misma resulta alarmista y hasta contraria a la propiedad privada. Sin embargo, esta figura se inserta en el propio contexto de la creación del Estado, ya que éste no podría garantizar la propiedad privada, seguridad y protección del gobernado sin tener facultades para intervenir en tales aspectos de su vida.
Lo que sí me queda claro es que la expropiación debe ser el último recurso para el embellecimiento de nuestro centro histórico, partiendo del análisis del pago del Impuesto Predial, negociación de compra de los inmuebles, etcétera. Sólo en el caso de que esto no sea posible para recuperar inmuebles abandonados o estratégicamente construidos para la erección de una dependencia pública, es cuando debe dar lugar la expropiación. Desde luego, respetando las normas que lo rigen.
3) Promoción de la inversión privada local en el Centro Histórico de Ciudad Juárez
Para cerrar la pinza en torno a la recuperación del Centro Histórico de Ciudad Juárez, no podía dejarse fuera en esa rehabilitación la intervención de los particulares. Intervención que a mi juicio debe provenir de la inversión privada nacional y de preferencia local en negocios de entretenimiento, descanso, restaurantero y culturales. Es decir, cambiarle la imagen al centro y convertirlo en ese espacio común donde los vicios actuales y su sordidez sean cosa del pasado.
En efecto, más allá de las deficiencias que tiene nuestro centro histórico y que ya he mencionado a lo largo de esta, también debe reconocerse que el Centro Histórico de Ciudad Juárez en la actualidad es visto como una oda a la informalidad y a la sordidez, porque la mayoría de los ‘negocios’ son improvisados, producto del ambulantaje e indignos para que los juarenses convivan en un lugar común. Ni se diga de la pulcritud de sus calles y negocios.
Es por lo que, aunque sea muy impopular—claro está, sólo para algunos— nuestras autoridades municipales y estatales deben de aplicar con rigor la ley y combatir la informalidad de los negocios que pululan por el centro que, o muchas de las veces no cuentan con los permisos necesarios o, en el mejor de los casos, su permiso no implica el tipo de actividad que están desplegando.
Lo anterior, para efecto de que sólo aquellos comerciantes dispuestos a cumplir con la ley puedan, en negocios establecidos y planificados (sobre todo para el tránsito de los transeúntes) ofrecer sus productos y servicios al público y así darle una imagen más pulcra y ordenada a nuestro primer cuadro de la ciudad.
Desde luego, tal medida es titánica ante la existencia de personas que se creen dueñas del espacio público y que, año tras año atiborran los espacios comunes del centro con puestos improvisados o realizan simple ambulantaje. Es decir, ni siquiera es que hayan rentado un local para poner su negocio, sino que simplemente se adueñaron de la cosa pública con la connivencia o negligencia de nuestras autoridades.
En ese sentido, si no se combate la informalidad de cuenta pocos incentivos habrá para el comerciante formal el ir a poner ahí negocios de calidad que beneficien a los consumidores si, a la vuelta de la esquina, tendrá una competencia desleal que no paga renta, servicios, derechos y hasta impuestos (al menos los directos)
Aunado a esto, las autoridades municipales deberán de revisar pormenorizadamente el tipo negocios y permisos que les otorgan a los pocos empresarios formales, toda vez que para nadie es un secreto que el atractivo de nuestro centro histórico es meramente de ‘cantinas’ y ‘bares’ con los que miles de trabajadores juarenses y residentes de los Estados Unidos de América, van a embrutecerse y a generar conflictos.
Ante esto, me parece que la zona centro, como un espacio común y de conectividad con el resto de la ciudad, debería de estar libre de tales negocios y reemplazarlos por restaurantes, museos y en general negocios que incentiven la cultura y convivencia de diversos estratos sociales, para dejar un poco más alejados a los bares y cantinas que sólo afean el ya de por sí sórdido Centro Histórico de Ciudad Juárez.
No obstante, para que exista el cambio de negocios del que he venido hablando, desde luego resulta indispensable que el gobierno le otorgue garantías a la clase empresarial formal para que puedan invertir en esa zona, como pudiera ser mayor seguridad—que con la construcción de la Torre Centinela se antoja por de más asequible—, limpieza de los espacios comunes y, de mayor entidad, el cumplimiento a la ley para que no tengan que tolerar una notoria competencia desleal ante comerciantes informales.
Por último, no me resta si no sacar mi dejo nacionalista y advertir que este rescate de la iniciativa privada del que vengo hablando debería ser gracias a la inversión nacional o local, dado que poco nos ayudaría para reforzar nuestra identidad como juarenses, el hecho de que esa rehabilitación de espacios privados sea hecha por extranjeros, como en este caso está aconteciendo con negocios de China.
Desde luego, las sociedades se nutren con el influjo de otras culturas. Sin embargo, cuando éstas son tan asimétricas, como en este caso es respecto a nosotros la China y la estadounidense, se corre el riesgo del desplazamiento de la identidad nacional y de lo local, lo cual no nos conviene como juarenses. Así, aunque desde luego nuestra ciudad debe continuar abierta a recibir aportaciones por parte de extranjeros, debe preferirse lo local para afianzar nuestra identidad como juarenses que es, a mi juicio, la razón de ser de contar con un centro histórico en cada ciudad.
Por Omar Gómez
Abogado postulante en materias fiscal, administrativo y constitucional
Socio en belegalabogados.mx
Contáctame en omar.gomez@belegalabogados.mx
[1] Para abundar más sobre las ciudades dormitorio, véase el extraordinario libro: Juárez: El desgobierno de la ciudad y el abandono público. Herrera Robles, Luis Alfonso. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. 2007. México.
[2] Tal y como quedó asentado expresamente en el artículo 1701 del Código Administrativo del Estado de Chihuahua, que es del tenor literal siguiente:
Artículo 1701.- La propiedad privada en el Estado podrá ser expropiada únicamente por causa de utilidad pública, mediante la declaratoria correspondiente y cubriendo la indemnización respectiva.
[3] Tesis: P./J. 37/2006. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Novena Época. Jurisprudencia Constitucional. Registro Digital: 175498.