Lo que implica ser un abogado postulante. El lector voraz

Conforme a publicaciones anteriores, hice mucho énfasis en que para un abogado postulante lo que importan son sus resultados, así como que su labor es una actividad monopólicamente intelectual. Esto, en las entradas El abogado postulante como mercader de resultados’ y ‘El abogado postulante como escritor’. Sin embargo, para obtener esos resultados y crear argumentos se necesita un combustible. ¿Cuál es? La lectura.

Tema que parecería ser una perogrullada, pero no es así, ya que la lectura que debe hacer un abogado postulante es especial y no muchas veces ‘placentera’. Sin embargo, a este tipo de lectura no se le da mucha publicidad y exigencia. De ahí que, lamentablemente, el foro de abogados esté repleto de analfabetas funcionales y de simuladores cuyos conocimientos del Derecho apenas y se diferencian de los del lego.

Por eso, en la presente entrada hablaré de la importancia de la lectura para el abogado postulante bajo dos ejes: 1) el primero, me centraré en aquellos licenciados en Derecho que se autoengañan con textos de ocio, pero ni por error los verás leyendo sobre Derecho y 2) luego, trataré sobre la lectura ideal para el abogado o a su vez qué lecturas están envueltas en torno a la práctica privada del abogado.

Nadie puede negar que hoy en día la lectura es el medio más serio para adquirir conocimientos. Y es que aunque los saberes pueden ser comunicados a través de otras formas como el ejemplo, el habla—el cual adquirió mucha importancia con el advenimiento del videoblog— etcétera, también lo es que todavía no superan a  aquélla por cuanto a su rigor.

Y es que leer implica adentrarse a la forma más sofisticada del pensamiento del autor, dado que éste tiene la posibilidad de borrar, añadir y modificar sus ideas después de haberlas vertido en ‘papel’. Lo cual difícilmente podrá acontecer en la plática o conferencia cuya reflexión es más inmediata. De ahí que el escrito sea un pensamiento purificado digno de ser transmitido, por ser el producto de una reflexión continua y pausada.

Por otro lado, tampoco queda duda de que se precie a aquellas personas que leen, ya que la lectura denota una actividad de superación intelectual. Sin embargo, ¿toda la lectura es favorable? Por supuesto que no. Ello, en razón de que a diario leemos basura como textos mal redactados en redes sociales o simplemente información de la cual no contamos con conocimientos previos para comprender. Por tanto, poco beneficio nos trae leer por leer.

Empero, ahora cabe preguntarse qué lectura pudiera ser benéfica para la persona. Pues bien, visto desde el punto de vista formal, es decir, de la lectura relacionada con el papel social que juegan las personas, el beneficio será si tienen relación una u otra. Ya que, únicamente sobre temas o materias que poco tienen que ver con la profesión u oficio que adoptemos, sería estarnos autoengañando con nuestro rol social.

Me explico: si yo que soy abogado postulante y, por ende, ejerzo la práctica privada de la abogacía pero centro mi tiempo en leer sobre física, química, historia o cualesquier otra ciencia; por muy plausibles que sean éstas, estaría perdiendo mi tiempo. Ello, en razón que tales tópicos no son acordes ni con mi profesión ni con el trabajo que ejerzo para la sociedad. De ahí que, por muy loables mis otras lecturas, me estaría autoengañando.

En su lugar, lo lógico es que pasara tiempo leyendo sobre dogmática jurídica, filosofía del Derecho, ciencia jurídica y, si acaso, ciencias auxiliares a mi área de práctica. Empero, aunque tal aserto pareciera una perogrullada, no lo es en la realidad. Afirmo esto, porque es común alabar a las personas con determinada profesión que en vez de actualizarse y expandir su conocimiento en ella, pasan su tiempo a lo que yo llamo la lectura del ocio.

Sí, esa lectura que debería de servir para entretener la mente de cosas serias[1] y que, quieran o no, tendría que estar en segundo plano del tiempo y esfuerzo de un profesionista. Esto, porque una vez que asumimos una profesión u oficio, lo más lógico y ético es no sólo conocer a profundidad la labor que desempeñamos, sino estar en constante actualización. Por tanto, la lectura sobre tal labor se vuelve indispensable.

En este sentido, bajo el pretexto de que el abogado trabaja con letras, en la abogacía existe mucha fanfarria en torno a la historia y a la literatura. Tópicos que confieso son mis lecturas de ocio favoritas. Empero, lo curioso es que existen abogados que a pesar de ejercer en la práctica privada, la única lectura que realizan es sobre esos temas, como si en sí mismas nos brindaran las herramientas profesionales requeridas para la práctica privada. No es así.

Por el contrario. Si me ostento como abogado fiscalista, tengo que saber sobre la teoría impositiva. Adentrarme a la aspereza del Impuesto Sobre la Renta y otras contribuciones. En general, estar actualizado en los constantes cambios de mi área de práctica y saber de economía. Lo mismo acontecería con cualquier otro abogado especializado en un área del Derecho, pues piénsese el ridículo de un abogado penalista que no supiera de la teoría del delito. Sería inconcebible.

Por eso, es que por más culto y literato que sea un abogado postulante, si éste no lee sobre la ciencia jurídica y, en particular, el área en la cual ejerce, no dejará de ser un fariseo. Esto, porque sus clientes buscan en él al jurista, no al historiador o al escritor. De tal suerte que si él mismo decidió ostentarse como abogado de tal rama, tiene un papel que cumplir y un deber ético de hacerlo de la manera más plausible posible. Lo cual no puede acontecer si se abandona la lectura de la ciencia jurídica.

Lo mismo acontece con cualquier otra profesión y oficio, ya que si bien es cierto puede resultar agradable encontrar afinidades literarias—o de cualquier otra índole— con tu contador, médico, dentista, etcétera; también lo es que como cliente recurres a ellos con una expectativa en mente: obtener los beneficios de su conocimiento técnico. Por tanto, por muy eruditos que lleguen a ser, si no cumplen con el rol que ellos mismos eligieron, ¿realmente son unos profesionales en el sentido ético de la palabra? No lo creo. Mucho menos que te sean útiles.

Ante esto, no veo por qué no pueda recriminársele al licenciado en Derecho que, ostentándose como abogado postulante pasa la mayoría de su tiempo en la lectura de ocio. Presumiendo aquí y allá la lectura voraz de novelas, historia, política y un sinfín de temas. Mientras al mismo tiempo relega a la ciencia jurídica, por considerar que ya sabe lo suficiente para ejercer la profesión o porque simplemente le causa fastidio.

No. No estoy afirmando que un abogado postulante no deba leer más allá de la ciencia jurídica. Por el contrario. Soy consciente que hay casos ‘difíciles’ donde las respuestas y las argumentaciones que se hagan en torno a ellas supera al conocimiento jurídico y, por ende, hay que leer de otras ciencias. Sin embargo, lo que quiero resaltar es que existe un autoengaño entre abogados que, en su búsqueda intelectual, relegan el estudio de su profesión.

Insuficiencia de lectura de la ciencia jurídica que puede revelar su soterrada aversión a su profesión, lo cual de suyo no está mal, siempre y cuando no se continúe como fariseo ejerciendo, ya sea como académico, juez o abogado.

Y es que la licenciatura en Derecho es una de las pocas carreras que puede jactarse de tener entre sus filas connotados novelistas, historiadores, escritores etcétera. Personalidades que les quedó corto la ciencia jurídica.

Es por eso que aunque escuches que un abogado postulante debe ser un voraz lector, hay que aclararse que no toda lectura es benéfica para la profesión. Que la lectura de ocio es un autoengaño intelectual—sólo si es la única que se realiza— y que si no te gusta tu área de práctica o en general la ciencia jurídica, más vale que te replantees tu profesión porque con un conocimiento superficial del Derecho, seguramente vas a afectar a tus clientes.

Por consecuencia, si eres de los que piensas que eres un gran abogado o lo serás porque te la pasas leyendo, pero los libros poco tienen que ver con la ciencia jurídica, reflexiona si en realidad no te estás autoengañando y creyéndote intelectual por consumir una lectura de ocio. Y es que recuerda: la lectura de El Quijote inspirará tu sentido de justicia, pero por sí mismo no te hará ganar una apelación en materia penal. No seas ingenuo ni fariseo.

Ahora ha llegado el turno de tratar lo que debería realmente leer un abogado postulante y, por otro lado, las lecturas que comúnmente realiza cuando ejerce. Por cuanto a lo primero, ya lo he mencionado en el apartado anterior y creo que no amerita mayor explicación. Si acaso, resaltar que más allá de la lectura del área jurídica en que postule el abogado—dogmática jurídica—, lo ideal es leer sobre las ciencias que puedan auxiliarlas y la ciencia jurídica en general.

En ese sentido, un abogado administrativista estaría mejor preparado para patrocinar asuntos de alta envergadura si tuviera conocimientos de ciencias políticas, teoría de la administración pública, etcétera. Similar sentido acontecería con el abogado fiscalista que se adentrara al estudio de las finanzas públicas, economía y contabilidad. Lo mismo acontecerá con cada una de las ramas del Derecho en que decidas postular.

No obstante, más allá de la lectura de dogmática jurídica y sus ciencias auxiliares, sin duda leer sobre Teoría General del Derecho, Filosofía del Derecho, Teoría del Estado y en general sobre tópicos más teóricos de las ciencias jurídicas, debería ser el requisito sine quanon para un buen abogado postulante. Ello es así, porque refuerza nuestra lógica natural y nos permite confeccionar argumentos más pulcros a la hora de patrocinar un asunto.

Y es que si bien es cierto todos los seres humanos nacemos con una lógica natural que nos permite racionalizar conceptos y, en cierta medida, predecir sucesos conforme a los razonamientos deductivos, también lo es que para la abogacía esto es insuficiente. Es lo mínimo. De ahí que, por ejemplo, nuestra formación sea especial y se nos haya otorgado el monopolio de juzgar por, supuestamente, argumentar de una manera distinta del vulgo.

El monopolio del que hablo es el contenido tanto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como en las constituciones locales de todas las entidades federativas en donde, en esencia, es obligatorio que para ser desde un juez menor hasta ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se haya estudiado la licenciatura en Derecho. ¿Por qué? Supuestamente porque se nos prepara para razonar ‘diferente’ al lego.

Y la razón de ese privilegio—supuestamente— es porque los abogados con nuestra formación académica valoramos hechos y argumentamos de una manera distinta de la persona común. De ahí que durante la carrera, en oposición a la dogmática jurídica, se nos impartan materias más ‘teóricas’ que sirven para pulir nuestro raciocinio para que, a la postre, argumentemos mejor.

Entonces, un abogado postulante que rehúya a explorar dichas materias estaría incompleto pues ejercería su práctica profesional únicamente con su lógica natural, trayendo como consecuencia que su forma de razonar, valorar hechos y argumentar no pudiera diferenciarse de un lego del Derecho, como regularmente acontece con los abogados tramitadores. De ahí que sea una obligación ética para quien se ostente con tal profesión, leer sobre la ciencia jurídica en general.

Dicho esto, por cuanto hace a las lecturas que comúnmente realiza el abogado postulante, debe decirse que muchas veces no será de teoría ni de ocio, sino de información documental y de meras ‘leyes’ para patrocinar un asunto. Y es que la profesión es tan demandante y los plazos tan cortos, que en un breve lapso  habrá que leer un sinfín de documentos aportados por el cliente para preparar su caso.

Y ahí, en el calor de la práctica profesional es donde el abogado postulante cae en cuenta que ‘leer’ a secas es insuficiente para ser un abogado postulante. Esto porque, quieras o no, al momento de ejercer la práctica profesional tendrás que leer textos no por solaz sino por necesidad. Textos que van desde un sinnúmero de leyes, precedentes, expedientes judiciales, contratos, auditorías, actos administrativos, contables, etcétera.

Lectura que inclusive puede parecer tediosa y de menor calidad para el académico del Derecho, ya que éste acostumbra a estar en las lindes de las ideas abstractas. Sin embargo, ser un abogado postulante no es, hasta donde tengo entendido, una imposición de nadie sino una decisión. Por tanto, si vas a dedicarte a la práctica privada sí o sí vas a tener que poner en práctica la teoría que con mucho esfuerzo has aprendido.

Por lo que insiste, pasarás muchas horas de tu vida leyendo ‘documentos de menor calidad’ que los libros o revistas especializadas. Desde luego, esto se debe a la esencia misma de la práctica profesional que demanda leer al vapor leyes, reglamentos, normas generales (sobre todo si te dedicas al derecho administrativo) expedientes judiciales y administrativos con tal de presentar una demanda, un recurso o simplemente para prepararte para una audiencia.

Es por eso que el estudiante de la licenciatura en Derecho debe entender que si decide ser un abogado postulante, como su tiempo de lectura no-de trabajo es limitado, deberá utilizarlo sabiamente en actualizarse en su área de práctica y, probablemente, va a tener que sacrificar un poco de su lectura de ocio. Ello porque a la postre hará que durante su práctica profesional sea más efectivo. Al final de cuentas, nadie lo obligó a dedicarse a eso.

Ante esto, insisto que como abogado postulante no te puedes engañar, salvo que quieras permanecer en la mediocridad, al pretender ejercer la práctica profesional habiendo leído—y eso a veces— sólo un libro de la materia que ejerces, mientras que una infinidad de novelas o libros de naturaleza ajena al Derecho. Primero, porque así nunca alcanzarás el cénit del éxito profesional y segundo, porque es éticamente incorrecto defender patrocinar clientes con tal mediocridad. Paga el precio que elegiste y no seas fariseo.

Por Omar Gómez

Abogado postulante en materias fiscal y administrativa

Socio en beLegal abogados SC

Contáctame en omar.gomez@belegalabogados.mx

Visita para más información de índole legal www.belegalabogados.mx


[1] Entendiendo la seriedad como el área del saber que sea idónea para tu profesión y oficio.

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibir Actualizaciones

Regístrese para recibir mi boletín y descubrir nuevas publicaciones en mi blog.